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martes, 14 de abril de 2009

Ponele nombre si podés....

Al tiempo donde las agujas del reloj no tenían importancia, cuando no eran amigas ni enemigas, cuando no tenían sentido ni derecho ni izquierdo. Retornar al metro de estatura, al pelo melenita y mi equipito de gimnasia rojo emparchado en rodillas y codos. Al espacio en el tiempo cuando no cruzaba la calle sola, cuando no andaba en bicicleta sino por la vereda de mi casa.

Volver a ese lugar a ser la heroína que soñaba ser, a mirar mis dibujitos animados con mi chocolatada y mis tostadas con manteca y azúcar. Estar una vez más en ese patio con canteros y enredaderas, a esa terraza de dos pisos, a ese quincho inmenso con parrilla y escalera de madera. Verme en la vereda tratando de llegar al cielo en la rayuela, yendo al kiosco a comprar miles de caramelos, jugar a la cajera de supermercado en el escritorio de mi habitación. A llenarme de tu perfume hasta el alma cuando me escondía en tu placard esperando vinieras a buscarme.

Verme mirándote cocinar, caminando de la cocina al living mientras tus labios sin esfuerzo tarareaban tu música y tus caderas se movían al compás. Verme escuchándote confesar esas historias fantásticas que sólo pocos creíamos, con el mismo afán con el que las recitabas. Volver a sentir la vibración de tu voz en mis tímpanos, el reflejo de tu cuerpo en mis ojos abiertos de par en par por el asombro de tus simples palabras y movimientos. Tener en mi boca el sabor de tu piel después de besarte, la sensación en mis manos, brazos y en mi pecho después de un abrazo.

Quiero esto, hoy, ahora, ya, otra vez... Daría hasta lo que no tengo al alcance de mi imaginación, hasta lo que no es mío ni de nadie; solamente por tenerte por un ratito aunque más no sea...

Esta presión en el pecho, esta angustia, este dolor... una desesperación continua por no encontrarte en nuestros espacios, por no escucharte... Este eco que sólo encuentro en tu habitación a pesar de que todo sigue en su lugar. Esta falta de memoria que va llegar pronto y paulatinamente, que me deja sin escapatoria en medio de este laberinto de cavernas frías y húmedas. Estos ojos que no dejan de llamarte con el fluir de mis entrañas. Este día a día que se empeña en recordarme que no estás conmigo, que te fuiste, que te llevaron... que te perdí... Estas lágrimas que no dejan de sorprenderme y de acortarme la respiración a cada instante, en cualquier lugar en cualquier momento.

Esta bronca de no encontrar culpable alguno por falta de la existencia del mismo. Esta desorientación de no saber dónde estas, haciendo qué, pensando en qué o quién... ¿Con quién estarás, qué habrás encontrado? ¿Me extrañaras? ¿Pensarás en mí? ¿Querrás volver?

Y el tiempo finalmente se hizo enemigo, me encañona contra las sábanas heladas de mi habitación cada noche oscura que escucho el aire rebotando en el vacío de la pieza contigua. Esta angustia que se apodera de mi alma, de mis labios, de mis manos temblorosas, de mis ojos irritados y de corazón destrozado... Esta soledad que derrama cada lágrima hasta arder mis mejillas.

Y sin embargo... todavía te busco... todavía te espero. Como siempre...

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